viernes, 27 de abril de 2018

PEDRO Y EL LOBO


PEDRO Y EL LOBO


Érase una vez un pequeño pastor que se pasaba la mayor parte de su tiempo paseando y cuidando de sus ovejas en el campo de un pueblito. Todas las mañanas, muy tempranito, él hacía siempre lo mismo. Salía a la pradera con su rebaño, y así pasaba su tiempo. 
Muchas veces, mientras veía pastar a sus ovejas, él pensaba en las cosas que podía hacer para divertirse.
 Como muchas veces se aburría, un día, mientras descansaba debajo de un árbol, tuvo una idea. Decidió que pasaría un buen rato divirtiéndose a costa de la gente del pueblo que vivía por allí cerca. Se acercó y empezó a gritar:
- ¡Socorro, el lobo! ¡Que viene el lobo!
La gente del pueblo cogió lo que tenía a mano, y se fue a auxiliar al pobre pastorcito que pedía auxilio, pero cuando llegaron allí, descubrieron que todo había sido una broma pesada del pastor, que se deshacía en risas por el suelo.
Los aldeanos se enfadaron y decidieron volver a sus casas. Cuando se habían ido, al pastor le hizo tanta gracia la broma que se puso a repetirla. Y cuando vio a la gente suficientemente lejos, volvió a gritar:
- ¡Socorro, el lobo! ¡Que viene el lobo!
La gente, volviendo a oír, empezó a correr a toda prisa, pensando que esta vez sí que se había presentado el lobo feroz, y que realmente el pastor necesitaba de su ayuda.
Pero al llegar donde estaba el pastor, se lo encontraron por los suelos, riendo de ver como los aldeanos habían vuelto a auxiliarlo.
Esta vez los aldeanos se enfadaron aún más, y se marcharon terriblemente enfadados con la mala actitud del pastor, y se fueron enojados con aquella situación.
A la mañana siguiente, mientras el pastor pastaba con sus ovejas por el mismo lugar, aún se reía cuando recordaba lo que había ocurrido el día anterior, y no se sentía arrepentido de ninguna forma.
Pero no se dio cuenta de que, esa misma mañana se le acercaba un lobo. Cuando se dio media vuelta y lo vio, el miedo le invadió el cuerpo.
Al ver que el animal se le acercaba más y más, empezó a gritar desesperadamente:
- ¡Socorro, el lobo! ¡Que viene el lobo! ¡Que va a devorar todas mis ovejas! ¡Auxilio!
Pero sus gritos han sido en vano. Ya era bastante tarde para convencer a los aldeanos de que lo que decía era verdad.
Los aldeanos, habiendo aprendido de las mentiras del pastor, esta vez hicieron oídos sordos. ¿Y lo qué ocurrió? Pues que el pastor vio como el lobo se abalanzaba sobre sus ovejas, mientras él intentaba pedir auxilio, una y otra vez:
- ¡Socorro, el lobo! ¡El lobo!
Pero los aldeanos siguieron sin hacerle caso, mientras el pastor vio como el lobo se comía unas cuantas ovejas y se llevaba otras tantas para la cena, sin poder hacer nada, absolutamente.
Y fue así que el pastor reconoció que había sido muy injusto con la gente del pueblo, y aunque ya era tarde, se arrepintió profundamente, y nunca más volvió burlarse ni a mentir a la gente.

FIN



EL RELOJ DORADO


                                   EL RELOJ DORADO

Los cuentos de amor están llenos de aventuras y sentimientos que encantarán a los niños. En este cuento puedes encontrar una bonita historia de amor para educar a los niños en valores. 
Comparte con tus hijos el cuento 'El reloj dorado', una historia que les divertirá. Compartir cuentos con los niños es la mejor forma de que se interesen por la lectura.
Cuento infantil sobre el valor del amor
En la estación de trenes nunca faltaba a su cita el señor Rafael. ¿A quién esperaría horas y horas mirando su enorme reloj dorado?
Los niños del barrio siempre se reían del señor Rafael: ¡era tan extraño! Iba siempre vestido de punta en blanco, como si fuera a una boda, pero a una boda que hubiera tenido lugar hace muchos muchos años. Y es que el señor Rafael siempre llevaba un elegante sombrero de copa, unos bigotes puntiagudos y unas gafas redondas que le cubrían media cara.
Un día, el señor Rafael, al ver a los niños reír, se acercó con su reloj dorado y su bastón de madera.
—Aunque no lo creáis, mi función en la estación es fundamental. Sin mí, los trenes nunca saldrían ni llegarían puntuales.
El señor Rafael les contó que durante décadas había dado cuerda a todos los relojes de la estación, y que él mismo se encargaba de controlar que los trenes salieran exactamente a su hora: ni un minuto antes, ni un minuto después.
—Y para eso, ¿necesita ir usted tan elegante? 
—No, voy tan elegante porque estoy esperando a alguien, pero eso es otra historia, niños. Ya os lo contaré algún día. Lo que sí puedo deciros es que este reloj dorado es mágico. Él controla el tiempo y hace que todo funcione.

Pero los niños, por supuesto, no creyeron ni una palabra de lo que les contó. Ahora todo estaba automatizado, y los trenes, tan modernos y rápidos, no necesitaban que nadie controlara los relojes de la estación y mucho menos un viejo reloj dorado.
Lo que le pasa al señor Rafael es que está un poco mal de la cabeza. 
Pero, ¿será verdad eso de que está esperando a alguien? 
¡Pues si es verdad llega con muchos años de retraso!

Verdad o mentira, la estación de trenes de aquel lugar presumía de ser la única en todo el país donde ningún tren había llegado jamás con retraso.
Verdad o mentira, el señor Rafael siempre acudía elegante y sonriente y siempre se marchaba con la cabeza agachada, mucho más triste que por las mañanas.
Así ocurría cada día hasta que una mañana, de uno de los trenes que llegaba de la costa, se bajó una extraña anciana. Llevaba un vestido blanco hasta los pies y una delicada sombrilla que ocultaba su cara llena de arrugas. ¿A dónde irá esta mujer tan rara? Se preguntaron asombrados los niños de la estación.
Pronto supieron la respuesta. La mujer de blanco se acercó con paso tranquilo hasta el banco de la estación en el que cada día, el señor Rafael miraba nervioso su reloj dorado.
Ninguno de los dos dijo nada, pero ambos se abrazaron con mucho cariño.
—¿Me llevas a tomar un chocolate con churros, Rafael? —preguntó con coquetería la mujer de blanco.
Y ambos se alejaron sonrientes por la estación, para asombro de los niños que siempre molestaban al señor Rafael.
Al día siguiente el señor Rafael, con su reloj dorado, no apareció por la estación.
Y a partir de entonces, los trenes nunca volvieron a llegar puntuales.

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MI PRIMER JUGUETE



MI PRIMER JUGUETE


Cuando  era un niña como a todos me gustaba jugar con los juguetes. Tenía todo tipo de ellos  pero el primero y del que siempre tengo recuerdos era mi muñeca. Que me regalaron cuando tenía cinco años. Estaba muy lindo, era de color morado, y me gustaba mucho. Era mi  juguete favorito y siempre quería jugar con ella.


Tenía todos mis juguetes en mi  habitación y mi madre me decía todas las tardes que ordenase mi habitación después de jugar. Pero  era muy desordenado y odiaba recoger mis cosas. 
Una tarde, fui a una fiesta de cumpleaños que celebraba una amiga mía en el parque y llevé algunos de mis juguetes incluyendo mi muñeca. Fue muy divertido porque todos las niñas compartieron sus juguetes.


MIS EXPERIENCIAS



MIS EXPERIENCIAS




Mi nombre es Thalía Pariona Huaraca, actualmente vengo cursando estudios profesionales de Formación Inicial Docente en el Instituto de Educación Superior Pedagógico Publico de “Puquio” en el programa de Educación Inicial del III Ciclo.

Me estoy formado como docente por vocación, ya que quiero formar a los niños para que  más adelante sean ciudadanos de bien.

El año anterior tuve la oportunidad visitar la Institución Educativa Inicial de  Matara   del Barrio de Ccollana, donde el director de la Institución me recibió con amabilidad y me guió para conocer el salón donde iba a realizar mi practica de observación donde conocí a la maestra María, una maestra muy empeñosa en el aprendizaje de sus  niños  y su aula estaba muy bien organizada con materiales elaborados por los niños  donde  comparten sus  aprendizajes

Para ello debemos educarnos con mucho empeño ya que  guiaremos y educaremos a los niños más pequeños qué son el futuro de nuestro país y que tengan buenos valores.

Ser maestra en formación de Educación Inicial, implica la formación profesional  que se inicia con nuestras primeras experiencias como alumnas. Aparecen en nuestra mente recuerdos de infancia, fotografías del jardín o de nuestra escuela primaria, maestras con delantales blancos, profesores, imágenes que se repiten y se refuerzan a medida que avanzamos el recorrido de nuestra trayectoria escolar por todo el sistema educativo.

Y también quisiera agradecer a mis compañeros del III Ciclo por formar parte de mi vida profesional y a los maestros y en especial a la maestra de Practica que comparten sus conocimientos con todos y cada uno de nosotros